jueves, 25 de febrero de 2016

Alteridad. Una invitación a Vernos-Sentirnos. Reflexiones "tardías" de lo "Maturana-Echeverría".

Me quedé reflexionando sobre lo dicho cuando surgió este intercambio de miradas, opiniones, versiones e incluso acusaciones entre dos figuras de nuestro mundo intelectual chileno como son el Dr. Humberto Maturana y Rafael Echeverría. No puedo negar que sentí un grado no menor de incomodidad en lo sucedido. De alguna manera lo hice mio. Debe ser porque he sido aprendiz de ambos maestros. Sus lecciones ya son parte de mi vida, tanto profesional como personal (como si la vida se pudiese fragmentar así). Un tercer maestro me mostró el cómo aproximarme a esto que tanto me incomodaba.

Hace tan solo unos días atrás murió el filósofo, escritor y experto en semiótica italiano, Umberto Eco. Hay personas que han sido invisibles en mi vida, hasta que, con fuerza, dejan de serlo. Y cuando aparecen, comienzan, en el grado que yo le dé autoridad, a convertirse en mis nuevos maestros. Me ocurrió el noviembre del 2005, a mis cuarenta y tanto, cuando “descubrí” a Carl Jung. Desde entonces ha sido un gran maestro, sencillamente brillante el hombre. Y ahora me ocurre, a mis cincuenta y tanto, con Umberto Eco.

Mientras surgía la polémica entre Maturana y Echeverría, estaba terminando de leer el libro ¿En qué creen los que no creen? Este libro, más que un libro en su forma tradicional, es un intercambio epistolar, un coloquio epistolar, tal cual lo definen ellos mismos, sus “autores”. El ya presentado, Umberto Eco, se intercambia cartas (a través de la revista "Liberal") con el padre jesuita, rector de la Universidad Gregoriana y, en ese entonces (fines del siglo pasado) arzobispo de Milán, Carlos María Martini. En ellas nace, a mi juicio, un maravilloso fluir de ideas, cuestionamientos y reflexiones sobre temáticas diversas de las miradas de los laicos y de los creyentes, en este caso mayoritariamente la mirada de los creyentes católicos.

El primer borde que me gustó distinguir fue la argumentación de Eco referente a qué significa que un laico opine sobre materias concernientes a una religión y viceversa. No menor el tema, ya que mi experiencia me ha demostrado en muchas ocasiones que cuando los laicos opinan sobre las normas, valores, costumbres, responsabilidades e incluso reglas que “impone” una religión a través de su estructura, la Iglesia (en el caso de los católicos), lo hacen desde una oposición drástica y muy crítica. Me explico. Un laico puede estar muy en desacuerdo que la Iglesia defienda el derecho a la vida, oponiéndose al aborto, por ejemplo, o que se oponga al divorcio, o al matrimonio entre homosexuales. Sin embargo, más allá de su total, abierto y legítimo descuerdo, tendrá que reconocer que él o ella no pertenece a tal religión (por decisión propia) y que es del todo justo respetar a quienes si pertenecen a tal comunidad y creen en lo que creen, también teniendo la libertad de dejar de pertenecer y, por tanto, dejar de creer. El límite está definido en los ámbitos en que los representantes de tal religión (y sus seguidores) comienzan a imponer a los no creyentes sus propias creencia, con las consecuencias de no sumarse a ellas, como lo que está ocurriendo con los musulmanes extremos.

El motor de la conversación entre estos señores, en lo que a este, mi escrito, se refiere, toma cuerpo con la siguiente pregunta que aporta Umberto Eco: Si existe una visión de esperanza que pueda ser común para creyentes y no creyentes, ¿en qué se basaría? Carlos María Martini invita a la reflexión con otro par de preguntas: ¿Cuál es el fundamento último de la ética para un laico? ¿Qué tipo de justificación última dan a su proceder?

Te invito a detenerte aquí, a que no sigas leyendo. Te invito a que te quedes “pegado” un momento en estas tres preguntas, que las vuelvas a leer y comiences a esbozar tus propias respuestas.

Me imagino que más de alguno se habrá cuestionado la pregunta del arzobispo, ya que, al menos a mí, me invitó a preguntar cuál es fundamento último de la ética del creyente. Aquí se vuelve aún más interesante la reflexión ya que entra en juego la Trascendencia en el caso de los creyentes, cosa que no necesariamente se da en los laicos.  El creyente hace referencia en su creer en lo Absoluto, a principios metafísicos y a misterios trascendentes que definen valores universales dentro de su religión, que dan fundamento a acciones y conductas éticas. El creyente cree, sin cuestionarse el porqué cree. En el caso de los católicos, creen en una moral revelada por la figura de Cristo que da un ejemplo en vida a seguir: en el amor al prójimo, en el perdón a sus enemigos, en la solidaridad. El creyente se siente observado y acompañado por su Dios y como tal, sabe que en la trascendencia de su creencia y de su existencia puede merecer premio por una vida recta, como castigo por un actuar indebido.Y si actúa mal, siempre puede pedir perdón, que ante su Dios misericordioso, lo más probable es que lo obtenga. Cabe destacar, al mencionar todo esto, estoy pensando en todos los creyentes católicos que siguen su fe bajo los imperativos morales que adhieren (mi madre por ejemplo); no en quienes han hecho muy mal uso de su autoridad eclesiástica para cometer delitos despreciables, como tampoco en la Iglesia histórica que justificó atrocidades sobre sus mismos seguidores como sobre los no creyentes.

En el caso del laico, al no existir un Dios al que seguir, el escrutinio de su conducta no será juzgado desde “arriba” y la manera de encontrar el perdón (si lo desea) será a través de la confesión pública. Ante la ausencia de un Dios, lo que da sentido al ser humano es el reconocimiento de otros seres humanos, el consuelo se encuentra acá en la Tierra. Sin reconocimiento no existe humanidad. Sin reconocimiento por otros seres humanos, no nos sentimos, no nos constituimos como humanos, seres de una misma especie.

Volviendo a la pregunta del arzobispo, el fundamento último de la ética para un laico podría estar dado en el amor que entrega a otros y en el amor que recibe de otros (y digo "podría", y no “está dado”, porque es más una invitación a reflexionar que una afirmación certera). Es decir, la dimensión ética en un no creyente surge en la medida que surge un otro, en la medida que toma conciencia de un otro, cuando efectivamente entran en escena los demás seres humanos. De allí, me surge que toda conducta reñida con la ética tiene como fundamento el no querer ver a los demás, el no desear ver las consecuencias de sus acciones sobre los demás. Esa misma conducta ética estará construida en lo que cada persona desee validar de sí mismo, en el cuánto estará aceptándose, reconociéndose como un ser humano recto en su actuar, uno que no tiene conflictos con su propia conciencia.

Carlos María Martini evoca a la Dignidad Humana (así con mayúscula), a ser seguida por creyentes y no creyentes como un fundamento ético universal, entendiéndose por ello: “no usar nunca a los demás como instrumento, respetar en cualquier caso y constantemente su inviolabilidad, considerar siempre a toda persona como realidad indispensable e intangible”.

Umberto Eco trae a la palestra un cuestionamiento, a mi juicio, precioso: ¿Existen los Universales Semánticos? Él los define como nociones elementales comunes a todos los seres humanos que pueden ser expresadas por todas las lenguas, por todas las razas. Eco lo manifiesta textualmente de esta manera:

“Todas las culturas tienen una noción común que hace referencia la posición de nuestro cuerpo en el espacio. Poseemos concepciones universales acerca de la constricción: no deseamos que nadie nos impida hablar, ver, escuchar, dormir, tragar o expeler, ir a donde queramos; sufrimos si alguien nos ata o nos segrega, si nos golpea, hiere o mata, si nos somete a torturas físicas o psíquicas que disminuyan o anulen nuestra capacidad de pensar. Base para una ética universal: debemos respetar, ante todo, los derechos de la corporalidad ajena, entre los que se cuentan también el derecho a hablar y a pensar”.

Volvemos, desde la mirada de ambos, tanto de la Dignidad Humana como de estos Universales Semánticos, a la noción de validar a cada ser humano que tenemos en frente, de, como bien dice el Dr. Maturana, legitimar a otro como un legítimo otro. De legitimar su ser y su estar siendo, su historia, sus dolores, sus aspiraciones, sus alegrías, sus temores y sus deseos. Insisto, nuestra humanidad se valida como humanidad en la medida que existe reconocimiento entre nosotros, como miembros de una misma especie, que legitima la dignidad humana y valida esos universales semánticos. Es sólo desde allí, desde dónde puede existir un actuar ético, independiente de si somos creyentes o laicos.

Ximena Dávila y Humberto Maturana lo traen precisamente a colación en su nuevo libro del Árbol del Vivir:

¡Vivimos Ciegos!
Y no es que no veamos, sino que simplemente no vemos-sentimos lo que otros ven-sienten.

Coincidentemente, el año pasado me “tope” con Ubuntu, una filosofía africana que dice, en muy simple, que somos parte de una gran familia humana, hermanos que viajamos juntos en este planeta llamado Tierra. En la práctica, esta filosofía se traduce en lo siguiente cuando dos seres humanos se encuentran. Uno se acerca al otro y le dice “Sawa bona” (Te veo) a lo que el otro hombre o mujer responde “Sikhona(Entonces yo existo). Con este sencillo saludo e intercambio, ambos seres humanos se hacen presentes para ellos mismos, se conectan y reconocen como partes de un todo mayor: "Soy porque nosotros somos"

¿Cómo relaciono la entrevista que le hacen al Dr. Maturana (“El Enojo de Maturana: Yo no tengo nada que ver con el Coaching”) con el libro que acabo de describir de Eco y Martini? Me surge la ética como la base y fundamento de lo que cuestiona el doctor en referencia tanto a su relación inicial con Echeverría y luego al cuestionar firmemente al Coaching Ontológico. Sin embargo, el cuestionamiento ético esta dado por la falta de validación y de legitimación del otro, como bien lo describen Eco y Martini. Por un lado, siento yo, Maturana no se siente legitimizado por Echeverría, en todo el episodio de la entrega de sus conocimientos e ideas, que a juicio del doctor, Echeverría utiliza no éticamente.

Más relevante aún, para mí que desarrollo actividades de coaching, es el cuestionamiento al Coaching Ontológico que hace el doctor. En palabras textuales de Maturana:

“El riesgo de los actos del habla es que los puedes transformar en instrumentos de manipulación, más que en responsabilidad de tu quehacer. El “coaching ontológico” ha terminado en un modelo donde la persona desaparece. Se erige como un manual con los pasos a seguir”.

Al leerlo por primera vez, me saltaron los conceptos “del modelo y de la técnica”, porque lo he visto en el ejercicio de mi profesión que, en ocasiones, hemos dejado de ver a los seres humanos a los que servimos. Me uno a la crítica del Don Humberto al cuestionar que la técnica o el proceso, a veces, hace desaparecer a la persona que estamos supuestamente sirviendo. Sin embargo, no generalizo, porque no me consta que así sea así siempre. De hecho, en mi caso, busco definitivamente ver (legitimar, validar) a la otra persona.

Y justo aquí me surge una enseñanza del mismo Dr. Maturana: “Todo ser se materializa en un hacer”. Si se me define como un ser generoso, cabe preguntarse qué acciones y conductas generosas validan ese “ser” generoso, qué “hacer” me constituye en generoso. En la misma línea, la invitación es a cuestionarnos qué acciones, qué haceres nos constituyen en un “ser” coach. Desde allí, el “Coaching Ontológico” no es un en sí. Es lo que cada coach ontológico desee que sea su quehacer cómo coach. Depende de cada coach (ser humano a servicio de otro ser humano) si desea que la persona aparezca o prefiere “pasar la materia” de la técnica, del cómo, de los actos del habla.

Invito a este texto a otro maestro, Juddi Krishnamurti. En el primer tercio del libro del psicólogo argentino Juan Magliano, “La empresa sin miedo”, se trascriben las conversaciones de Krishnamurti con un grupo de CEOs de multinacionales que son invitados a reflexionar en la India con el maestro. Me llamó la atención, entre muchas preciosas conversaciones, cuando uno de los CEOs le pregunta al Krishnamurti qué hacer cuando él se da cuenta que está manipulando a su gente. Krishnamurti le responde: “Si pregunta “¿Cómo hago?”, esté buscando un método, ¿verdad? Su intención es tener a mano una herramienta que lo ayude a solucionar este problema. Si lo desea evitar, buscará un método destinado a eliminar esa imagen incomoda. Pero, si quiere comprender qué significa para usted manipular a otros a través del miedo, tendrá que observarlo a medida que surge en usted al relacionarse con sus colaboradores. Se trata de observar todo eso sin desear nada, sin criticar, sin condenarse, sin auto-proclamarse “manipulador”, de modo que su única intención sea comprender”.

Nuevamente, todo actuar ético tiene que ver con legitimar a un otro, con verlo, con hacer que exista en la medida que es visto. Así, Krishnamurti también juzga la técnica, el cómo. No se requiere nada para no ser manipulador, sólo el deseo de no serlo. No se requiere técnica para ver a un otro, sino sencillamente el deseo de ver a ese legítimo otro. Y allí, la técnica, el proceso y su resultado pasan a ser secundarios. Mientras no exista una transformación en el deseo de convivir, en el deseo de un ser humano (muchas veces jefatura) de ver a otros seres humanos (muchas veces sus subordinados y colaboradores), en un “Metadeseo” personal y organizacional mayor, los procesos de coaching pueden fácilmente caer en pozos vacios.

Todo este “intercambio epistolar” entre Maturana y Echeverría me llevó a reflexionar y a cuestionarme quién estoy siendo yo en relación a mis maestros y mis aprendizajes, en particular a Maturana con quien tuve la fortuna de estudiar estos últimos dos años y medio. Krishnamurti me regalo una buena pista. “En el momento que siguen a alguien, dejan de seguir a la Verdad”. En mi caso, MI verdad. En el tuyo, TU verdad. Estamos siendo una buena, sana y equilibrada mezcla de los maestros que hemos tenido en nuestras vidas, proceso que nunca termina.

Hoy me doy cuenta que lo que me incomodó profundamente de este intercambio de miradas (por decirlo gentilmente), fue que yo mismo me sentí inclinado a tomar partido, a validar un “bando”. Y me pregunté ¿bajo qué criterio se puede hacer eso? ¿Cuestionando el parecer y actuar ya “histórico” de uno u otro? Me pregunté por el sentido de lo dicho por el doctor. ¿Para qué dijo lo que dijo? ¿Desde qué emoción lo dijo? ¿Por qué tantos años sin saldar estos pendientes? ¿Por qué tanta generalización que no legitima a muchos coaches que hacemos nuestro trabajo éticamente?

Me cuestioné también lo ético de hacer públicas conversaciones privadas, involucrando incluso a terceros, como lo hizo Echeverría al mostrar los correos entre ambos y más aun, publicarlos en su web de Newfield Consulting. ¿Qué luz, qué señal da a nuevos interesados en certificarse como coaches en una escuela que publica lo privado, además ni siquiera de manera personal, sino que lo institucionaliza? ¿Desde qué emoción se hace eso? Se me vivieron a la mente todas las riñas y desencuentros históricos con Olalla y Flores. ¿Cómo moverse en ese mundo sin el brutal ego de los gurus? ¿Cómo ser congruentes con lo que predican en sus conferencias ante tantos seres humanos ávidos de guías emocionales y espirituales, que posean comportamientos éticos?

Al final, son seres muy humanos, como tú y yo. Siento que les faltó humildad e incluso capacidad de perdón, deseos de convivir en un espacio en que caben todas las miradas. Es por ello, que considero irrelevante incursionar quién es el “dueño” de tal o cuál distinción, como si el conocimiento y el entendimiento pudiesen tener propietarios.

Al final, me parece mil veces más sano, alejarme de esa discusión. Yo soy Facilitador de Contextos, labor que desarrollo con mi estar siendo “coach”, como también mi estar siendo “biólogo-cultural”. Lo poderoso, a mi juicio, es no atarnos a los títulos ni a las profesiones, porque en el momento en que lo hacemos  “cosificamos” nuestras disciplinas y caemos en el apego a “gurús”, a verdades y teorías que nos impiden ser nosotros mismos, en la libertad y autonomía de seguir nuestro propio camino en el servir. Prefiero, desde allí, traer a la mano (desde el observador que soy) las enseñanzas, lecciones, reflexiones y sabidurías de, entre otros, Echeverría, Flores, Olalla, Varela, Dávila, Eco, Jung, Krishnamurti y, definitivamente, Maturana. Nadie sobra, todos aportan y, por ello, los valido a cada uno de ellos como mis maestros.

Termino trayendo una frase del escritor italiano, Italo Mancini, de su libro El regreso de los rostros. -

Nuestro mundo, para vivirlo, amarlo, santificarlo, no nos viene dado por los eventos de la historia o por los fenómenos de la naturaleza; nos viene dado por la existencia de esos inauditos centros de alteridad que son los rostros, rostros para mirar, para respetar, para acariciar.

En la medida que tengamos presentes los rostros de otros (como también el rostro de nuestra biosfera), nuestros actuares serán éticos ya que tomaremos conciencia de nuestros actos y cómo ellos afectan a otros, ya sea en las grandes políticas de Estado, en la aplicación de una técnica como el Coaching (sea ontológico o no), en el convivir laboral, con nuestra pareja, con nuestros hijos e incluso en el convivir diario con nosotros mismos. En resumen, una invitación a descubrir la “alteridad”.

martes, 9 de junio de 2015

La extraña relación entre Bicicletas en el San Cristobal, Marchas Estudiantiles y Asamblea Constituyente

                           (Tiempo aproximado de lectura: 11 minutos)

Todos los fines de semana que subo el cerro San Cristóbal en Santiago pienso que alguien (la municipalidad, por ejemplo) debería poner un buen letrero en la entrada del cerro que diga algo así como: "Con respeto y buena voluntad, hay espacio para todos".

Al poco andar me doy cuenta que para mucha gente el respeto y la buena voluntad no es precisamente lo que salen a ejercitar los fines de semana. 

Irremediablemente, cuando veo a peatones y ciclistas ocupando la derecha de manera desproporcionada (como por ejemplo, cuando un grupo de 4 amigos van en bicicletas conversado todos juntos ocupando toda la pista) pienso en la derecha política. Y cuando veo al tipo que por adelantar pone en riesgo a los de su derecha o, peor aún, a los que vienen bajando raudos de frente, pienso en la izquierda política. En ambos casos, sus intereses personales son superiores al respeto y espacio de convivencia social que podrían ejercitar con otros, en comunidad.

Contexto. Hace muchos atrás, siendo un dirigente estudiantil de la universidad en que estudié en Antofagasta, un político joven (que con el tiempo llegó bastante lejos) me mostró un modelo para comprender la política que nunca olvidé y que quiero compartir con ustedes. Me mencionó que cuando pensamos en el eje Izquierda-Derecha, normalmente lo hacemos con un esquema como el siguiente:





Si reflexionamos sobre esta mirada, estas son dos tendencias que, dadas sus respectivas direcciones, son siempre opuestas. No se encuentran, sólo se alejan una de la otra. Él me invitó a verlo desde otra perspectiva, una que me rompió la linealidad del espectro y que me ayudó (y me sigue ayudando) a comprender comportamientos y la concreción de ideologías en conductas específicas.

En su mirada él mencionaba que ambos extremos efectivamente se encuentran y se homogenizan en el tipo de medio (no fin) en que ejercen su accionar político: la violencia. Se asemejan en crear espacios de falta de respeto absoluto por quienes piensan distinto a ellos y dónde existe muy poca o nula voluntad de una convivencia pacífica. Lo único relevante es defender "la" verdad (su verdad) sea al costo que sea.






Últimamente he estado reflexionando sobre esta figura y se me ocurrió dividir este espectro en 4 áreas, tal cual se muestra en esta tercera imagen. Cabe mencionar que cuando analizo este modelo que simplifica la compleja realidad política, no pienso sólo en los partidos políticos, que veo que pueden estar muy bien representados en los distintos cuadrante, sino también y principalmente en las personas, esa que anda a pie en la calle, la que conversa de política en la sobremesa y la que opina en los medios sociales enfáticamente. Gente que no tiene que estar formal o informalmente relacionada a partido político alguno, sino que tan sólo opinan sobre el devenir de su país, que no le da lo mismo lo que ocurre día a día.




Pienso que en el área 1 están todos aquellos ciudadanos, partidos e ideologías políticas que defienden a la Democracia (así con mayúscula) a tal punto que nunca "el fin justifique los medios". Y en esa creencia que la Democracia es "EL" medio que permite el mejor convivir ciudadano, quienes se mueven en esta área son personas y partidos que pueden comprender y aceptar las distintas miradas con que se conciben las "verdades" políticas. Desde allí, están dispuestos a actuar con respeto por quienes piensan distintos a ellos, llanos a ceder para llegar a acuerdos, y sin dejar de defender sus propias creencias, pueden aceptar que muchas veces el interés de una comunidad y sociedad está por sobre sus propias convicciones ideológicas.

La segunda área (2) se puede ver en ambos lados del espectro político. Aquí están, a mi juicio, las personas y los políticos que justifican intervenciones que han dañado y mermado procesos democráticos. Estos políticos han llegado a sus cargos a través de las urnas, sin embargo, continúan defendiendo con vehemencia dictaduras de cualquiera "color" o regímenes que si bien su origen es también democrático, dejan de valorar la diversidad ideológica y descalifican e incluso atacan a quienes nos están de acuerdo con los procesos transformacionales "urgentes y necesarios" de su sociedad. En la medida que se van acercando al cuadrante 3, sus medios se van tornando cada vez más categóricos y absolutos. En este cuadrante 2 están personas y políticos que poseen una capacidad excepcional para argumentar sobre sus posiciones ideológicas, y que buscan, sin éxito alguno, "con-vencer" al del otro bando. Entonces, se enredan en conversaciones de sordos en que cada uno muestra lo equivocado que está el otro, conversaciones que muchas veces terminan, no a golpes, pero si con descalificaciones que poco aportan a un mejor convivir.  En estos mismos cuadrantes surgen quienes no tienen problemas en ejercer "la dictadura de las mayorías", en detrimento y negación de las minorías que siguen siendo parte activa y legítima de la sociedad. En el ámbito estricto de los partidos políticos, creo que estos dos sectores se "alimentan" mutuamente, impidiendo que se den vuelta páginas históricas, ya que siguen trayendo al presente lo que los dividió profundamente en el pasado, cuando (lo más probable) fueron parte activa de grupos políticos del cuadrante 3.

En el cuadrante 3 están aquellos que su fin lo determina todo, y para ello, el "medio" es esclavo y subordinado de tal fin. Acá están los partidos de extrema derecha y de extrema izquierda, que normalmente, tiene o han tenido asociados grupos armados que reivindicaban sus valores ideológicos. Aquí también están toda forma de gobiernos autoritarios y dictaduras. Volviendo a las personas de a pie, percibo además que en una sociedad democrática como la chilena, existe un grupo no menor de compatriotas que se mueve en este cuadrante, desde la absoluta falta de respeto y carencia de voluntad para lograr un convivir en que se acepten otras miradas, tan legítimas como la de uno. Son los típicos que esgrimen que si defiendes alguna convicción de derecha, eres "facho", o si defiendes una de izquierda, te tildan de "comunacho". Ellos te llevan a los extremos, cuando no es más que un reflejo de sus propio pensar y actuar.

Y en relación a lo mismo, hace un tiempo me cuestioné el emocionar que existe en las dos principales tendencias políticas, de Izquierda y Derecha. Este es el fruto de lo que encontré.

Si la izquierda política, filosófica, económica e ideológicamente concibe altos niveles de injusticia en la sociedad, en las cuales pocos tienen acceso al poder económico y lo utilizan sólo para su propio bienestar, concibe sociedades en que las oportunidades no son igualitarias, sociedades que deben ser cambiadas para que el bienestar llegue a todos, cree que su lema debería ser "uno para todos y todos para uno", considera que los criminales son víctimas de condiciones económicas y sociales de sus comunidades, cree en una comunidad está basada en la ética y en que finalmente el mundo puede ser un lugar mejor para vivir, ¿qué emociones y estados de ánimos pueden surgir de tales creencias? Surgen emociones como la colaboración y la solidaridad para una mejor sociedad. Sin embargo, también surgen fuertemente emociones y estados de ánimo como el resentimiento y rabia emanada de las injusticias sociales, como también una actitud de víctimas ante una sociedad que no les ha dado lo que merecen por un Estado que no satisface lo que supuestamente debería satisfacer, y desde ahí la resignación de no estar obteniendo lo merecido.

Si la derecha política, filosófica, económica e ideológicamente concibe un mundo en que cada persona obtiene lo que desea acorde al esfuerzo que realiza, en que se valora la competencia como una forma de obtener lo deseado, en que se deben respetar los valores tradicionales que han sustentado la sociedad, en que el cambio por el cambio no es necesario, en que las libertades individuales se deben respetar sobre las colectivas, en que la educación debe construir carácter para enfrentar este mundo competitivo en que el éxito es el fin último, en que se deben crear oportunidades para que cada uno llegue lo más lejos que quiera llegar, en que los criminales son criminales por deseo propio, cree en una comunidad que esté basada en valores morales y en que finalmente sobreviven los más fuertes o los que mejor se adaptan, ¿qué emociones y estados de ánimos pueden surgir de tales creencias? Surge positivamente la resolución como actitud de ir a lograr lo deseado, la creatividad para la creación de riqueza y la seguridad en sí mismos que hace que no se dependa de terceros para obtener el éxito.  Sin embargo, también surge el miedo como emoción de perder el status quo. Además, surge la apatía, la falta de compasión, el egoísmo y la avaricia. Adicionalmente, emerge el control y la necesidad de establecer reglas y disciplinas para que lo que se ha construido no se destruya, imperando la necesidad de imponer el orden público.

Así, en el extremo del cuadrante 3 se juntan irremediablemente la Rabia y el Miedo. La necesidad de justicia social con la necesidad de proteger, de resguardar lo logrado. Choca el desear cambiarlo todo con el mantener todo tal cual está. Potente y peligrosa combinación. No es de extrañarse, entonces, que se utilicen medios violentos para que cada uno defienda sus valores, sus propias y únicas verdades.

Vuelvo al cerro San Cristóbal guardando obviamente las debidas proporciones. Todos los fines de semana me encuentro con activos participantes del cuadrante 3. Los "conservadores": ciclistas, corredores y peatones que una vez ganado "su" lugar, le importa poco que otro ciclista o corredor los quiera adelantar. No abren espacios, incluso a pesar de que uno se los pide. Y paralelamente, los "progresistas", ciclistas que adelantan arroyando, sin consideración alguna por sus compañeros de cerro. Me ha tocado ver en más de una oportunidad tipos chocando porque uno se metió en la pista del otro. Y lo peor (o lo mejor) es que hay espacio para todos, sólo hace falta respeto y buena voluntad de desear convivir.

Cambio el escenario. Es interesante ver en las redes sociales a quienes suben fotos y vídeos, argumentando a favor del estudiante herido, ya sea porque le llegó el chorro o porque fue golpeado brutalmente por carabineros. Y en la siguiente entrada, otras personas que con la misma convicción suben fotos y vídeos del carabinero también brutalmente herido a manos de encapuchados (que nadie sabe si son estudiantes o no). ¿Cuál será el emocionar de quienes suben y argumentan por ambas posiciones? Es cosa de ver los comentarios que suben quienes quieren opinar para darnos cuenta que muchos son personas que están normalmente en el cuadrante 2 y algunos incluso en el 3, ya que las diferentes visiones se tornan comentarios agresivos y descalificadores. Termina siendo usual que en esos debates las palabras de cierre de opinión sean "facho" o "comunacho". Después de eso no hay nada más que decir. 

¿Cuál será el emocionar base de las protestas? Querer expresar injusticias y necesidades de cambios que se requieren en la sociedad, bajo la mirada de quienes protestan, ciudadanos que "exigen" ser escuchados, que validan y sustentan un sentimiento de desigualdad que, muchas veces, se basa en el resentimiento. El problema, a mi juicio, que la rabia que se relaciona con tal injusticia y resentimiento termina saliendo si o si en la mayoría de las marchas, aunque sea por grupos minoritarios. Subyace todo. Está seteado así de antemano. Está seteado que terminará mal. Está seteado que habrá daño a la propiedad privada y pública. Está seteado que la policía actuará como siempre actúan, con respuesta de fuerza "proporcional" a lo que se les exija. Esa policía estará allí presente para evitar los desmanes, para proteger el orden, y lo hará "combatiendo violencia con violencia". En este escenario, no es novedad (no puede serlo) que hayan heridos, gravemente heridos, de ambos "bandos" y ahora último, incluso jóvenes muertos. Y luego de ello, está seteado que comiencen las demandas y exigencias de renuncias, carabineros dados de baja. Está todo, desafortunadamente, seteado.

Mientras no cambie la emocionalidad desde dónde se hace lo que se hace, seguiremos lamentando lo que hoy lamentamos. Además, seguiremos alimentando espirales adyacentes en que ciudadanos (que no están presentes en las marchas) defienden con vehemencia uno y otro "bando", y que prolongan estos círculos viciosos de descalificaciones y malestar, en pos de eliminar las injusticia o de mantener el orden.

Vuelvo a cambiar de escenario, por última vez. Reflexionaba hace poco que sería interesante participar en la Asamblea Constituyente que se nos aproxima. No tengo idea si se podrá, pero si se puede, me anoto. La pregunta que me surge y que los invito a considerar es: ¿desde qué emociones desarrollaremos esta Asamblea Constituyente?

Lo que me ocupa es que se realice desde los extremos de la Rabia y el Miedo, del cuadrante 3, es decir, que tomen "control" quienes quieren cambiarlo todo frente a quienes desean dejar todo tal cual está. Si llega a ser así, siento que muchos chilenos se restarán. Instancias en que se pueda dar la participación activa de la ciudadanía se verán mermadas por nuestra incapacidad de poder defender nuestra ideas y proponer una mejor constitución en un espacio en que reine el respeto por la legítima diversidad.

De pronto, cuando todo esto comience, habría que poner el mismo cartel que estoy proponiendo para la entrada al cerro San Cristóbal. "Con respeto y buena voluntad, hay espacio para todos".


viernes, 10 de octubre de 2014

Dicotomías, Cerro Santa Lucia y Oaxaca de Juárez.

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(Tiempo aproximado de lectura: 8 minutos)


Leo, con asombro, que la alcaldesa de la cuidad de Santiago de Chile, Sra. Carolina Tohá, está proponiendo una consulta popular en que dentro de las preguntas esté la opinión de los vecinos de la comuna de Santiago al eventual cambio del nombre del Cerro Santa Lucia por el nombre de Cerro Welén. A mis amigos extranjeros le cuento que Santa Lucia es un cerro pequeño que queda en el centro de la ciudad y que es un punto turístico relevante dada su belleza, sus jardines y su arquitectura. En palabras textuales de la alcaldesa "Esta ciudad tiene una historia previa a la Colonia, que es cuando se le puso Santa Lucía al cerro. Esta discusión se ha hecho para que el municipio visibilice su identidad indígena, para que se haga cargo de su historia indígena, que viene mucho antes de la colonia".

Estrictamente hablando la cuidad de Santiago no tiene una historia previa a la Colonia, porque previa a la Colonia, no era ciudad. Pero bueno, eso, como muchos de ustedes podrán estar pensando, es discutible. Si continúan leyendo, quiero invitarlos a otro destino.

El punto que quiero abordar con estas líneas es la "dicotomía" con que se tocan y toman muchos de los temas del quehacer político y social en mi querido Chile. Para hablar el mismo "idioma", entiendo por dicotomía un fenómeno que implica la separación en dos partes de una cosa. El término incluye implícitamente la propiedad de exclusión mutua entre las partes separadas por el fenómeno dicotómico. En fácil: un evento dicotómico es aquel que sólo tiene dos opciones, como por ejemplo, ganar o perder, cero (0) o uno (1), sí o no, todo o nada.

La tierra en que ha surgido y evolucionado esta sociedad que es Chile es de extremos. El extremo desierto del norte y los extremos hielos del sur. Lugares donde no llueve nunca y otros donde llueve más de 300 días al año. Santiago, por ejemplo, es una ciudad en que todo lo que es verde (césped, flores, plantas y árboles) está ahí porque alguien lo riega.  No tenemos petróleo ni gas natural en nuestro subsuelo. Todo cuesta en nuestro país. Sin duda que tenemos una maravillosa y diversa naturaleza, sin embargo, el provecho que sacamos de ella es con esfuerzo, con mucho esfuerzo. Y cómo nos vivimos esos extremos, de pronto eso nos ha forjado el carácter de llevar nuestros temas al extremo.

Entonces, llevamos al extremo la Economía Libre de Mercado (con todo los aspectos positivos y negativos que ello ha tenido y sigue teniendo), después de haber sido el primer país en el mundo en comenzar a caminar hacia una Revolución Socialista bajo un presidente elegido democráticamente (con todos los aspectos positivos y negativos que ello tuvo en nuestra historia). Hoy, como sociedad, estamos discutiendo el tema del "lucro" en la Reforma Educacional y ampliando la discusión a otros ámbitos como la Salud. Y no hay medias tintas en la discusión, ya que tendemos a "demonizar" ciertos conceptos y lo que en un momento histórico fue bueno, fue motor de iniciativa, creatividad y progreso, hoy lo catalogamos como nefasto para los intereses sociales y buscamos eliminarlo por completo. En eso estamos entre el blanco y el negro, sin tonos de grises entremedio.

Lo peligroso de este péndulo entre un extremo y otro, a mi juicio, es que abrazamos causas que pueden ser muy legítimas en un momento de nuestra convivir como sociedad, pero con miradas que no validan la historia de una manera "empática". No terminamos de ver desde dónde ha surgido lo que surgió y el beneficio que pudo haber acarreado, independiente de que ello hoy no esté funcionando todo lo bien que se quisiera y pueda mejorarse y perfeccionarse. Somos drásticos en juzgar la historia, sea del gobierno anterior, de hace 40 años, de hace un siglo o de quinientos y tantos años atrás. 

Juzgar la historia parados en el "hoy" no puede ser un proceso que legitime y que respete lo vivido en el momento que se vivió. De hecho, la única manera de juzgar esa historia es con la mirada de los observadores que hoy estamos siendo, observadores que tenemos los antecedentes que hoy tenemos. Que sabemos lo que hoy sabemos (no lo que se sabía en ese entonces) basado en lo que hoy vivimos y en el cómo hoy lo vivimos (no lo que se vivió en ese momento juzgado, ni el cómo se vivió). Se enjuicia, entonces, de una manera poco benevolente, poco "empática" para con las circunstancias, conocimientos, "haceres" y "emocionares" que se vivieron en el momento histórico juzgado.

Hago hincapié que estoy cuestionando el juzgar la historia, no el comprenderla, que es distinto. Ya que al juzgarla, lo hacemos desde un emocionar que nos invita a tomar partido por el cómo se dio esa historia, a estar a favor o en contra del cómo y el porqué ocurrió lo que ocurrió, y desde allí, hacer algo para modificar eso que ocurrió hace años, incluso siglos atrás. Es de alguna manera, hacernos cargo de lo vivido tiempo atrás y querer modificarlo hoy.

Vuelvo a las palabras textuales de la alcaldesa de nuestra ciudad: "Esta ciudad tiene una historia previa a la Colonia, que es cuando se le puso Santa Lucía al cerro. Esta discusión se ha hecho para que el municipio visibilice su identidad indígena, para que se haga cargo de su historia indígena, que viene mucho antes de la colonia".

Interesante observar la emoción que puede leerse detrás de las palabras de la alcaldesa. En mi mirada, leo que existe una sensación de injusticia, de inequidad, que debería ser superada, arreglada, reparada después de tanto siglos. Existe una historia indígena que debe ser legitimada, para lo cual hay que hacerse cargo de tal historia hoy.

No puedo estar más de acuerdo con ello, siempre y cuando un pedazo de la historia no borre, dicotómicamente, al otro pedazo de la misma historia. En lo que no estoy en absoluto de acuerdo, es que este eventual cambio de nombre, se haga negando la otra parte de la historia. Las alternativas que se ponen a disposición a la ciudadanía entre las cuales escoger son las siguientes, acorde a lo que se muestra hoy en la web de la municipalidad.

Respecto al nombre del cerro conocido como Santa Lucía, su opción es:

a) Que cambie su nombre a Cerro Welén.
b) Que se llame Cerro Santa Lucía.  

O sea, nuestra ya conocida política del péndulo dicotómico. El todo o nada. El 1 o el 0. El Blanco o el Negro.

Cada vez que tengo la posibilidad de viajar fuera de Chile, me doy cuenta que es una nueva oportunidad de conocer más mi propio país, por raro que suene. Estando allá lejos, no importa dónde, irremediablemente comparo, reflexiono y descubro lo que es y lo que no es mi Chile. Estuve en México hace unas semanas atrás y me llamó gratamente la atención de cómo conviven las raíces indígenas de las culturas precolombinas con la cultura española que llegó para quedarse e integrarse. Es interesante visitar en un mismo día en las afueras de Ciudad de México, las Pirámides del Sol y de la Luna en Teotihuacan y el convento de San Agustín de Acolman, y volviendo a la ciudad, la Basílica de Guadalupe y el Museo Nacional de Antropología (que muestra todas las culturas pre-hispánicas por regiones del país). Llamativo ver que todos estos sitios están llenos de visitantes, mexicanos y extranjeros, donde se validan y respetan indistintamente ambas culturas, que en definitiva, constituyen el ser mexicano.

En esa misma línea, me llamó muchísimo la atención la cantidad de nombres compuestos de ciudades, municipios y estados en que conviven culturas y/o "nacionalidades". Doy algunos ejemplo, imaginándome que deben haber muchos más:
  • Oaxaca de Juárez - Nombre original indígena (Oaxaca) que se rebautiza en honor de uno de sus hijos ilustres del estado, Benito Juárez
  • San Miguel de Allende - Nombre de la ciudad que fundan los españoles (San Miguel) que se rebautiza en honor de uno de sus hijos ilustres de la ciudad que lucho por la independencia de España, Ignacio Allende.
  • Dolores Hidalgo - Nombre de la ciudad que fundan los españoles (Dolores) que se re-nombra en honor al Cura Hidalgo quien invita a los ciudadanos a levantarse contra la corona de España, en lo que se denomina el Grito de Dolores, en la fecha en que se conmemora el día Nacional de México.
  • Y entre otros: Coahuila de Zaragoza, Michoacán de Ocampo, Almoloya de Juárez, San Mateo Atenco, Tenango del Valle, Atizapán de Zaragoza, Tlalnepantla de Baz, Santa María Tonanitla.


Mi punto es que en todos estos nombres hay dos "fuerzas y raíces" que saben convivir, ya sea la cultura indígena precolombina con los colonizadores españoles, o nombres españoles que llegaron con la Conquista con personajes de la independencia mexicana (hijos ya de México). Lo relevante es que se CONVIVE. No se niegan unos a otros, no se descalifican unos a otros. Quizás, quienes durante la historia mexicana han ido cambiando de nombre a sus lugares geográficos, han tenido la visión que México está constituido por todas las historias, todas las culturas, todos los pueblos que hoy constituyen ese maravilloso país. No sobra historia, no la niegan, ni sienten culpa cuando se convive con lo que ya fue. En definitiva, no son decisiones dicotómicas del todo o nada. Son invitaciones al convivir, al comprender que lo que constituye a un pueblo, a una sociedad son episodios recursivos sobre los cuales se crece, se madura, se evoluciona, creando una propia identidad que es la sumatoria de todas las identidades.

Chile somos todos los chilenos. Los chilenos indígenas de norte y del sur, los chilenos españoles descendiente de quienes nos colonizaron, los chilenos alemanes del sur, los chilenos yugoslavos de Antofagasta y Punta Arenas, los chilenos italianos de Copiapó, los chilenos coreanos de Patronato. Los chilenos palestinos y judíos que conviven en esta tierra, no sabiendo convivir en sus tierras de origen. Los nuevos chilenos peruanos, colombianos y venezolanos que comenzarán a crear nuevas familias chilenas. Y la gran cantidad de chilenos que tienen sangre indígena y española a la vez.

Yo, un chileno más, voto por la alternativa c) Que se llame Cerro Welén - Santa Lucia.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Mapamundi, Mundial de Fútbol y Demanda en La Haya



(Tiempo aproximado de lectura:10 minutos)

Había escrito estas líneas terminado el Mundial de Fútbol de Brasil, pero algo me faltaba para publicarlo y justo se dio lo que me animó a hacerlo. Resulta que mis dos hijos menores, Tamara y Sebastián, fueron a compartir con la familia de mi hermano Jorge en Atlanta en sus vacaciones de invierno. Entre los distintos regalos y encargos que compraron, traían un mapamundi gigante de esos que se pegan en el muro. En la aduana del Aeropuerto Internacional de Santiago le preguntaron a Sebastián (16 años) qué era lo que traía en ese tubo. Él explico que era un Mapamundi. Si mucho más que decir, se lo requisaron para que fuese enviado a la Dirección Nacional de Límites y Fronteras. Obviamente, mi hijo no tuvo más acatar. Yo, al día siguiente, llamé y pregunté de qué se trataba todo esto. La explicación fue simple, partiendo por citar no sé qué ley o reglamento vigente, me explicaron que todo mapa que entre a nuestro país debe ser revisado por los especialistas pertinentes para verificar que las fronteras sean las correctas. ¡Chuta! Le pregunté qué pasaría con el mapamundi si la frontera no fuese "legítima". "No se preocupe, siempre lo son". Volví a insistir con la pregunta. No me respondió. Aún no sabemos de la suerte del mapamundi. Me quedé pensando en qué tipo de sociedad democrática vivo en que si quiero poner un mapa en que este Chile en mi casa particular, el mapa debe ser revisado previamente por un organismo del Estado. Entendiendo que es irme a un extremo, igual me acorde de George Orwell y 1984. 

Cada vez que los chilenos, tanto los jugadores como los miles de hinchas que estuvieron en el mundial, entonaron el himno nacional, obviamente me emocioné. En el caso del partido con España en el Maracaná, mi emoción fue tal que no pude (ni quise) contener mis lágrimas. Terminado el himno, reflexioné sobre lo que significaba "ser chileno" e irremediablemente me cuestioné esto del nacionalismo. ¿Por qué siento este orgullo de estar vibrando y cantando esta himno? ¿Qué significa para mí esto de haber nacido en esta tierra y no en la del lado o en la de más allá? Con el correr los días y de los partidos se me fueron asomando nuevas preguntas: ¿Cómo me marca el hecho de ser chileno? ¿Cómo me alienta, cómo me potencia y cómo me limita? ¿Qué es lo que me hace orgulloso de ser chileno? ¿Y qué no?  

Lo primero que se me viene a la cabeza es el azar. Uno no elige dónde nacer. Yo, sencillamente nací de madre y padre chileno en una clínica en Santiago y eso me hace ser chileno, incluso si mis padres no hubiesen sido chilenos. O sea, es simple "ser" de una nacionalidad. Está determinando por el lugar físico de este planeta dónde tu madre te dio a luz.  Si mi madre me hubiese dado a luz en Kenia, sería keniano; en Pakistán, paquistaní, y si me hubiera dado a luz en Uruguay, sería uruguayo. Con el pasar de los años, podría haber renunciado a mi "ser chileno", a mi nacionalidad y elegir otra a mi gusto. Pero al igual que la gran mayoría de nosotros, nos quedamos con nuestra nacionalidad que surge del lugar donde nacimos y que se "consolida" con la cultura en que crecemos. Entonces, esto de nacer en un determinado lugar no tiene merito.

Pensaba en cómo nos iría en el futbol si Neymar o Messi hubiesen nacido en Chile. Quizás no habría diferencia, porque no habrían crecido en un medio en que se desarrollaran como los buenos jugadores que son. Quizás sí y hubiesen sido compañeros de delantera de Alexis. Y si lo pienso un poco más, si Alexis hubiese nacido por ahí por 1870, hubiese sido boliviano, no chileno. Chuta.

Si, bien digo, Alexis hubiese sido boliviano. Los países y sus límites son arbitrariedades. No pre-existen. Son declaraciones "hechas límites" que se han formado mayoritariamente por el uso de la fuerza, en guerras, invasiones, conquista y reconquistas y que luego se "consolidan" desarrollando una cultura, que recursivamente está enfocada en proteger tales limites y los intereses propios de la sociedad y nación que se genera "dentro" de tales limites. Hoy el tema es más o menos estable. Sin embargo, no muchas décadas atrás, no lo era y en algunas partes del mundo, aún no lo es.

No existe otra instancia en todo el orbe que ensalce, gatille y haga explotar el sentido nacionalista, de pertenecer a tal o cual país como lo hacen los mundiales de fútbol cada 4 años. La única instancia que le hace la pelea es, desafortunadamente, la guerra. Y a pesar de no ir a una guerra, nosotros los chilenos entonamos el himno, como decía un periodista inglés, como si estuviésemos listos para ir a la guerra. Interesante. Lo que en la Roma antigua fue "Pan y Circo", en nuestra sociedad actual se transformó en "Cerveza y Fútbol", y no creo que sea muy discutible que nuestros políticos y la sociedad en general (en particular quienes usufructúan económicamente de ello) lo piensen y sientan realmente así, y más aún, lo alienten y promuevan. Es cosa de haber visto a la presidente de todos los chilenos, Michele Bachelet, con la "Roja" puesta en el partido con Australia. Estos mismos políticos, independiente de su color es el espectro, son quienes, desde que el país es país, nos han "vendido" el concepto de patria como lo que sus ciudadanos tienen que defender incluso con sus vidas.

Nuestro mundo está organizado de tal manera que la unidad social y política que nos identifica son los países, con límites propios, ejércitos para defender tales límites, con banderas, escudos e himnos que nos diferencian de otros. Somos "feudos" que nos preocupamos de nosotros mismos. Creamos cultura de "feudos", desarrollando una visión "hacia dentro", lo que nos impide ver en muchos casos espacios de colaboración con nuestros vecinos (sobre todos con los que compartimos fronteras), con nuestro continente, con nuestro mundo como un todo. Y desde allí, no nos queda más que competir, no hay cómo no desear ser mejor, más competitivo, más desarrollado que el país del lado, sea en el ámbito que sea. Y si nos va mal a nosotros, muchos desean que también le vaya mal al del lado. Esto no es casualidad, no han educado así por décadas, por siglos. Es la sociedad patriarcal que ensalza los valores y símbolos patrios y que tiene como mejores representantes sus fuerzas armadas y sus políticos, seguido en muchos casos por sus deportistas y sus entrenadores.

Simon Anholt, en su charla TED "¿Qué país da lo mejor para el mundo? describe que los países y sus gobiernos (bajo la mirada mencionada en el párrafo anterior) están compuestos por "Psicópatas Culturales", descrito como personas que no tienen la capacidad de ser empáticos con otros seres humanos. Cuando nos convertimos en "psicópatas culturales", no tenemos la capacidad de ver a otros seres humanos con sus vivencias, creencias, dolores, inquietudes, miedos, ambiciones y emociones. Sencillamente los metemos en un saco, generalizamos y nos burlamos de ellos, despreciando a los seres humanos que, por azar, tienen otra nacionalidad. Con esta mirada vuelvo a una de las preguntas que me hice al comienzo de estas letras, respecto a qué me hace sentir orgulloso de ser chileno y qué no. Yo no me siento orgulloso de ser chileno al escuchar a otros compatriotas burlarse abierta y descaradamente de nuestros vecinos, en particular de los bolivianos. No me siento orgulloso cuando humoristas de la talla de Coco Legrand en un escenario como el Festival de Viña del Mar se burla brutalmente del presidente de Bolivia, y por ende, del pueblo boliviano. Todos los humorista en mi país saben que sacaran carcajadas grais y seguras contando chistes del hecho histórico que los bolivianos no tengan acceso al mar. Patético.

Continúo con nuestros vecinos. Bolivia finalmente nos demandó en la Corte Internacional de La Haya, porque ellos tiene la convicción de que es su derecho recupera lo que un día fue de ellos. Nosotros los chilenos, tenemos la convicción de lo que ya ganamos es nuestro y nadie nos lo puede quitar. Y como desde La Haya puede surgir una posibilidad, quizás remota, de que efectivamente se le dé un grado de razón a nuestros vecinos, nuestro gobierno (con el apoyo casi unánime de los distintos sectores políticos) decide impugnar que la corte tiene competencia para ver este tema. Así, sin corte que nos juzgue, y con tratado limítrofe firmado hace décadas, no hay problema alguno, son sólo arrebatos de malos perdedores históricos. Chile se desentiende y listo. Leía que Marco Enríquez-Ominami piensa igual que yo. Al menos somos dos chilenos que pensamos lo mismo. Obviar y desconocer el problema con nuestros vecinos, no significa que el problema no exista.

No estoy buscando con esta líneas saber quién tiene razón y quién no. Creo que no es el tema. Lo que me ocupa es que somos dos países que hemos sido incapaces de buscar una salida colaborativa al tema que nos separa, gobierno tras gobierno, democráticos o dictatoriales, de los colores políticos que sean en ambas naciones. Y mientras nuestros vecinos culpan de todo a su falta de mar, responsabilizando a los chilenos que se los quitamos; nosotros los chilenos, nos hacemos los desentendidos respecto a las demandas de nuestros vecinos, argumentando que no hay problema alguno, que todo está zanjado. Efectivamente tenemos temas pendientes con Bolivia y desde allí, no hay peor ciego que el que no quiere ver.  Si no los tuviéramos, seríamos dos países hermanos con relaciones diplomáticas y sencillamente no es así. Y como en toda relación de a dos, la responsabilidad es compartida.

El fútbol es un muy buen reflejo de los nacionalismos a flor de piel. Un juego se convierte en una razón para descalificar, ofender y en muchos casos agredir a otros. Se comienza con abuchear el himno del contrincante, situación que en nuestro país es muy común, demostrando nuestra cero falta de respeto por el país "contrario". Y si es Bolivia, Perú o Argentina el equipo a ganar, la falta de respeto se multiplica. Hasta los respetuosos brasileños rompieron su norma en el partido contra Chile. Parece que se nos fuera la vida, que de verdad entráramos a una batalla campal en que el sentimiento nacionalista nos desborda.

Así, los políticos y otras instituciones republicanas comienzan a cruzar líneas y limites que nos confunden cómo sociedad al dejar de poner las cosas en su justo lugar, alentando aún más, con la buena excusa de un deporte, el nacionalismo que hay que defender a toda costa, en cada centímetro de suelo patrio. Se vio en la recepción de nuestros jugadores, como lo más probable que ocurrió también con los jugadores colombianos, los ticos y los argentinos, que fueron recibidos por las autoridades máximas de la nación como "héroes", exaltamos los valores patrios y el orgullo de ser chilenos. Raya en el extremo cuando el Ejército de Chile homenajea a Gary Medel "por encarnar el espíritu del soldado chileno" y se le regala un corvo. No entiendo la relación que se desea hacer. Bueno, en realidad la entiendo. Sin embargo, no la comparto para nada. Definitivamente me pasa algo cuando mezclamos con tanta simpleza un deporte, maravilloso como es el futbol, con otros valores patrios que nos llevan a sacar nuestro nacionalismo no en un juego, sino en la defensa de lo "nuestro", con la clara alusión a lo "nuestro", y por tanto a lo que no es de otros.

¿No habrá otra manera de relacionarnos que nos sea desde nuestros "feudos"? ¿No habrá la posibilidad de crear espacios colaborativos en que países vecinos puedan sentarse a conversar la mejor manera de solucionar sus diferencias sin que tengamos que terminar en una corte que está a miles de kilómetros de distancia de nuestra realidad?

La redes sociales, la tecnología de poder conversar con cualquier ser humano del planeta en tiempo real, la posibilidad de viajar como nunca antes ha existido en la historia de la humanidad, está borrando muy de a poco las fronteras  formales y nos está mostrando que detrás de cada "feudos" hay seres humanos que aman, sufren, se ríen, lloran y vibran con casi las mismas cosas y circunstancias que los habitantes del "feudo" del lado. Se viene un mundo más colaborativo, si o si. Puede que llegue un poco más tarde a este país que está al fin del mundo... pero finalmente llegará.